lunes, 16 de marzo de 2015

¿Qué iba a decir...?

El ojo humano visualiza el entorno unas cinco o seis veces por segundo, y con ello recopila grandes cantidades de información de la que solo se conserva una parte.

Todas las noches, el cerebro desecha recuerdos del día y guarda otra información. La pérdida de memoria es un proceso necesario y frecuente, que en ocasiones se relaciona con la falta de atención, el estrés o la ansiedad.

Otra de las causas de estos despistes es que la memoria se codifica en un lugar determinado: si estoy en el salón y voy a la cocina a por unas tijeras, cuando cambio de estancia ya he salido del lugar donde se creó el recuerdo, por lo que este se desvanece.

Debemos preocuparnos de estos despistes: cuando encontremos dificultades con las palabras y no nos demos cuenta ni al ser corregidos; cuando no seamos capaces de recordar qué hicimos el día anterior, ni siquiera cuando nos lo mencionan; y cuando las personas se preocupan por nuestros fallos de memoria y seguimos tranquilos.

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